Antes de sumergirnos en este relato, te invito a cerrar los ojos y a buscar en tu mente ese rincón en donde habita el niño que solía soñar durante horas con ir a la luna, con ser veterinario, con pintar flores, con ser un mago de pociones fantásticas, un jinete de dragón, un domador de criaturas míticas o una estrella de rock de tour por el mundo.
¿Lo encontraste?, ¿recordaste la forma en la que tu corazón latía más fuerte que la razón?, ¿escuchaste de nuevo esa voz que te caracterizaba?, ¿percibiste los olores que te inspiraban?, ¿notaste la forma en la que un pequeño rincón podía convertirse en un universo de posibilidades?
Recordar esas pequeñas cosas que te hacían sentir que podías conquistar el mundo galopando sobre un caballo de madera le recuerdan a tu cerebro que estás vivo y tienes una historia que contarle al mundo. Cuando te permites volver al origen de todo aquello que te hace ser quien eres, eres capaz de convertirte en un escritor, un poeta o un compositor.
Cuando piensas en la primera vez que te enfrentaste a la idea de un lápiz y una hoja blanca de papel como catalizadores de cuentos, empiezas a comprender que la batalla contra ese gigante que te llenaba de miedo y el sillón, cuyos dientes afilados de madera astillada te devoraban las ganas de fluir en las palabras, no eran más que la necesidad de darle una voz al corazón nublado por las expectativas del mundo. Pero lo cierto es que nadie te enseña que las historias legendarias no nacen de lo que los demás esperan de ti, en realidad son ese manojo de metáforas, de onomatopeyas y de relatos que representan la voz de tu vida.
No hay formas absolutas de ser un escritor, porque no somos una legión de humanos homogéneos, porque no todos amamos la luna, ni esperamos con ansias el sol para recargarnos, ni tampoco encontramos la magia en la Alegría de Querer, o entendemos las convicciones en la lucha del Ejército de un Hombre Solo. Lo cierto es que escribir no depende de nada más que del legado que queremos dejar a las futuras generaciones que habiten el planeta.
Las historias tienen mil formas de ser contadas
La historia que contó Antoine de Saint en un papel amarillo con dibujos sencillos y desiguales sobre el gobernante de un mundo pequeñito, cuyo mayor tesoro se ocultaba en una cápsula de cristal, se convirtió en el símbolo de la filosofía de la libertad de ser adultos a nuestro modo, de soñar cuando nos place, de ver sombreros en bóas cuyo festín fue un elefante, de temerle a las corrientes de aire o de pensar en la posibilidad de calentar el desayuno sobre dos volcanes en actividad.
En good;) vibramos con la magia de contar diferente esas historias legendarias, porque creemos en que es posible darle la vuelta a la situación y apostarle a nuestro talento, por eso reinventamos las historias como adultos y las vivimos como niños.
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Artículo escrito por: Majo Pineda, comunicadora social de profesión y creativa de corazón. Simpatiza con las buenas causas, las buenas personas y las buenas conversaciones. En Good es la encargada de pulir las alas de nuestras ideas para volar más alto; su especialidad, el marketing digital y las osadías de la comunicación para el cambio social.